Coincidiendo con el 25 aniversario del inicio de la guerra Bosnio-Herzegobina el 6 de abril de 1992, la Sociedad Fotográfica de Gipuzkoa presenta, el miércoles 5 de abril, una exposición del fotógrafo Gervasio Sánchez. La muestra fotográfica lleva por título “SARAJEVO, GUERRA Y PAZ”.

Gervasio ha cubierto como periodista gráfico la mayoría de los conflictos bélicos que han sucedido en estos últimos años en el mundo, entre ellos la guerra de Bosnia. Con esta exposición nos quiere dejar testimonio de lo que vio y lo que vivió en ese conflicto que todavía pervive en su memoria. Nos mostrará el ayer y hoy de esta guerra. Como dice Gervasio Sanchez, “quien no lo ha vivido no puede imaginarse el horror”.

La muestra permanecerá abierta hasta el 17 de mayo, miércoles, en horario de 17 a 21 horas, de lunes a viernes, y de 17 a 20 horas, los sábados, en nuestra Sala de Exposiciones “Alberto Fernández Ibarburu”, en la sede local de la C/ San Juan nº 27 de Donostia-San Sebastián.

La guerra de Bosnia-Herzegovina es parte incuestionable de mi vida profesional y personal. Es raro el día que mi memoria no se detenga en aquel conflicto. Sigo soñando con los bombardeos continuos y viendo el miedo en los rostros de sus habitantes a pesar de que en abril de 2017 se cumplirán un cuarto de siglo de su inicio.
Allí aprendí que la guerra no se puede contar. Por mucho que apures el bolígrafo, agudices el ingenio o encuadres la realidad nunca conseguirás que el lector conciba la verdad de un conflicto armado. El horror es inimaginable para quien no lo ha vivido.
250.000 bosnios fueron asesinados o desaparecidos, de lo que 16.000 eran menores de edad. Sólo en Sarajevo murieron 1.601 niños. Hay más de 25.000 menores huérfanos de padre o madre en todo el país.
Los más optimistas afirman que la capital bosnia no ha perdido su espíritu cosmopolita mientras los pesimistas creen que se ha disuelto en el desamparo de la posguerra.
Pero casi todos claman contra los europeos: “Nos traicionaron durante la guerra y nos han abandonado después de los acuerdos de paz”.
Aunque no soy culpable es difícil de explicar mi convulsión interna. Sé quiénes fueron los principales culpables: los que ordenaron matar y hacer desaparecer a centenares de miles de seres humanos. Pero en esta clasificación también incluyo a los responsables políticos europeos de la época.
Sé que uno de los vicios principales de nuestro tiempo es obviar el pasado, rehabilitar las biografías de los prohombres y convertir el mundo en un estercolero declarativo. Sé que hemos claudicado ante la verdad y que las víctimas son condenadas al ostracismo. Sé que todavía hay centenares de tumbas sin abrir. Sé qué ocurre cada 11 de julio en el cementerio de Potocari cuando miles de mujeres, hombres y niños se reúnen para enterrar a los últimos identificados de Srebrenica. Sé que los huesos de miles de bosnios sin identificar lloran en bolsas de plástico que se agolpan en frigoríficos gigantescos en Tutzla. Sé porque lo he visto con mis propios ojos demasiadas veces. Sé porque quiero saber. Porque la memoria y la conciencia son lo único que me quedan ante la ignominia y la mentira. Ambas heridas pero vivas.

Sarajevo txartel SFG baja resolucion

Apirilaren 5ean, asteazkena, Gipuzkoako Argazkilari Elkarteak Gervasio Sanchez-en argazki erakusketa bat aurkeztuko du. “SARAJEVO, GERLA ETA BAKEA» izenburupean, 1992. urtearen apirilaren 6an Boznia-Herzegovinako gerlaren hasieraren 25. urteurrena betetzerakoan antolatu da.

Gervasio Sanchezek azken urteotan munduan zehar eginiko gerra gehienetan lan egin izan du, Bosnia-Herzegovinaren gerla barne. Azken gatazka honetan ikusitakoen eta bizitakoen lekukotasuna eman nahi digu orain, gerlaren atzokoa eta gaurkoa isladatuz. Gervasio berak esaten duen bezala, “antzekoak bizi ez dituenak ezin du berton bizitako izuak iruditu».

Erakusketak maiatzaren 17a arte iraungo du zabalik, astegunetan arratsaldeko 17etatik gaueko 21ak arte eta, larunbatetan 17etatik 20ak arte. Erakusketa G.A.E.ren egoitzan egingo da Donostiako San Juan kaleko 27an, “Alberto Fernandez Ibarburu” izeneko erakustaretoan.

La guerra de Bosnia-Herzegovina es parte incuestionable de mi vida profesional y personal. Es raro el día que mi memoria no se detenga en aquel conflicto. Sigo soñando con los bombardeos continuos y viendo el miedo en los rostros de sus habitantes a pesar de que en abril de 2017 se cumplirán un cuarto de siglo de su inicio.
Allí aprendí que la guerra no se puede contar. Por mucho que apures el bolígrafo, agudices el ingenio o encuadres la realidad nunca conseguirás que el lector conciba la verdad de un conflicto armado. El horror es inimaginable para quien no lo ha vivido.
250.000 bosnios fueron asesinados o desaparecidos, de lo que 16.000 eran menores de edad. Sólo en Sarajevo murieron 1.601 niños. Hay más de 25.000 menores huérfanos de padre o madre en todo el país.
Los más optimistas afirman que la capital bosnia no ha perdido su espíritu cosmopolita mientras los pesimistas creen que se ha disuelto en el desamparo de la posguerra.
Pero casi todos claman contra los europeos: “Nos traicionaron durante la guerra y nos han abandonado después de los acuerdos de paz”.
Aunque no soy culpable es difícil de explicar mi convulsión interna. Sé quiénes fueron los principales culpables: los que ordenaron matar y hacer desaparecer a centenares de miles de seres humanos. Pero en esta clasificación también incluyo a los responsables políticos europeos de la época.
Sé que uno de los vicios principales de nuestro tiempo es obviar el pasado, rehabilitar las biografías de los prohombres y convertir el mundo en un estercolero declarativo. Sé que hemos claudicado ante la verdad y que las víctimas son condenadas al ostracismo. Sé que todavía hay centenares de tumbas sin abrir. Sé qué ocurre cada 11 de julio en el cementerio de Potocari cuando miles de mujeres, hombres y niños se reúnen para enterrar a los últimos identificados de Srebrenica. Sé que los huesos de miles de bosnios sin identificar lloran en bolsas de plástico que se agolpan en frigoríficos gigantescos en Tutzla. Sé porque lo he visto con mis propios ojos demasiadas veces. Sé porque quiero saber. Porque la memoria y la conciencia son lo único que me quedan ante la ignominia y la mentira. Ambas heridas pero vivas.