En esta ocasión el recorrido no dio ocasión para aburrirse, sentíamos cerca la primavera.
En él, descubrimos hayedos, cuevas, a las que no subimos, túneles excavados en la roca y riachuelos, para finalmente llegar al embalse de Lareo y descubrir el reflejo del cielo en el agua haciendo que el embalse se tornara azul y verde. El recorrido de 7,3 km., que se puede realizar tranquilamente en 2 horas, nosotros con nuestro afán fotográfico, lo prolongamos más.
Un momento del camino nos recordó al otoño, y, una fotógrafa nos paró en seco al resto de fotógrafos que estábamos con ella, para que desfogáramos las malas energías que la rutina diaria nos crea y consiguió, que mientras cogíamos las hojas secas del camino imagináramos, que el viento “rolara del noroeste, volaran servilletas cachos de pan, azucarillos y alguna que otra cucharilla aterrizando en la calva de alguno”.
Con este ambiente festivo, nos encaminamos al albergue para comer, hablando distendidamente de perros de diferentes razas, porque se dio la circunstancia que nos acompañaron tres, en un momento dado vi unos ojos brillantes y llenos de emoción que llamaron mi atención, recordando una perdida no muy lejana, cuando se hablo de la raza “Cotton “ en particular.
También se habló de fotografía, se contó alguna que otra anécdota divertida: cómo el amor fue causa de la realización de una fotografía en concreto.
Finalizada la comida, regresamos al asfalto con renovadas energías, a la espera de la siguiente quedada. Como siempre un placer,
Gracias por asistir
La comisión de quedadas.