Se escapa el idolatrado verano, se acortan los días y la luz se diluye, es el momento de comenzar una nueva etapa. El 26 de septiembre fue el día elegido por la SFG para inaugurar el nuevo curso en el nuevo salón de actos. No acudimos muchos, pero tampoco fuimos pocos, muchos rostros familiares y pocas caras nuevas. Un discurso corto donde se dio repaso a los programas existentes, haciendo hincapié en el ambicioso proyecto para el 2016. Y la invitación, como siempre, a la colaboración, al trabajo constructivo, a la participación.
Y tras los discursos, procesión hasta la primera planta, las paredes desnudas, sin fotos y las mesas repletas de sabrosos bocados, no hubo aceitunas, pero casi nadie se percato de su ausencia. Todos centrados en engullir las ofrendas y sorber los vinos, hubo que esperar pacientes a que se agotaran para que se rompiera el silencio, es de mala educación hablar con la boca llena. Y como en las ferias de aldea, en la que todos se conocen, las conversaciones fueron efímeras, siempre interrumpidas por otros los saludos y las sonrisas regaladas y las miradas cómplices de algunos amigos a los que hacia tiempo no veíamos que nos recordaban, que se nos escapa el idolatrado verano y retornamos a nuestras rutinas.
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